cuento


El campesino y el diablo

Érase una vez un campesino ingenioso y muy socarrón, de cuyas picardías mucho habría que contar. Pero la historia más divertida es, sin duda, cómo en cierta ocasión consiguió jugársela al diablo y hacerle pasar por tonto.
El campesinito, un buen día en que había estado labrando sus tierras y, habiendo ya oscurecido, se disponía a regresar a su casa, descubrió en medio de su campo un montón de brasas encendidas. Cuando, asombrado, se acercó a ellas, se encontró sentado sobre las ascuas a un diablillo negro.
—¡De modo que estás sentado sobre un tesoro! —dijo el campesinito.
—Pues sí —respondió el diablo—, sobre un tesoro en el que hay más oro y plata de lo que hayas podido ver en toda tu vida.
—Pues entonces el tesoro me pertenece, porque está en mis tierras —dijo el campesinito.
—Tuyo será —repuso el diablo—, si me das la mitad de lo que produzcan tus campos durante dos años. Bienes y dinero tengo de sobra, pero ahora me apetecen los frutos de la tierra.
El campesino aceptó el trato.
—Pero para que no haya discusiones a la hora del reparto —dijo—, a ti te tocará lo que crezca de la tierra hacia arriba y a mí lo que crezca de la tierra hacia abajo.
Al diablo le pareció bien esta propuesta, pero resultó que el avispado campesino había sembrado remolachas. Cuando llegó el tiempo de la cosecha apareció el diablo a recoger sus frutos, pero sólo encontró unas cuantas hojas amarillentas y mustias, en tanto que el campesinito, con gran satisfacción, sacaba de la tierra sus remolachas.
—Esta vez tú has salido ganando —dijo el diablo—, pero la próxima no será así de ningún modo. Tú te quedarás con lo que crezca de la tierra hacia arriba, y yo recogeré lo que crezca de la tierra hacia abajo.
—Pues también estoy de acuerdo —contestó el campesinito.
Pero cuando llegó el tiempo de la siembra, el campesino no plantó remolachas, sino trigo. Cuando maduraron los granos, el campesino fue a sus tierras y cortó las repletas espigas a ras de tierra. Y cuando llegó el diablo no encontró más que los rastrojos y, furioso, se precipitó en las entrañas de la tierra.
—Así es como hay que tratar a los pícaros —dijo el campesinito; y se fue a recoger su tesoro.

lunes, 30 de noviembre de 2009

castillos
















La mafia rosa


La mafia rosa
Alfonso Ussía

La mafia rosa tiene en España un poder omnímodo. Sus
«caporegímenes» se han establecido en cargos decisivos de
influencia y práctica. En las cadenas de televisión la simple
exhibición de una caída blanda de muñeca abre las puertas de los
platós. Uno creía que en el Gobierno mandaban Maragall y
Zapatero, por este orden, pero empiezo a dudarlo. Nos gobierna
Zerolo, que ha hecho de la homosexualidad una idea, un ideal y
un ideario. El ministro de Justicia, López Aguilar, jurista de
prestigio y persona dotada de una gran inteligencia, se ha puesto
a disposición de Zerolo. Manifestar que las bodas de personas de un mismo sexo son «un
deber democrático» resulta sorprendente. Y tiene razón monseñor Egea cuando califica de
«desorden moral sin precedentes» la ley de adopción de niños por homosexuales. Los
concededores de bulas retroprogresistas tienen que admitir, como mínimo, que se trata de un
desorden. A los maricones de toda la vida, este nuevo rumbo no termina de convencerles.
Jamás han sido exhibicionistas de su situación, como tampoco los heterosexuales se
manifiestan por la calles enarbolando mensajes en defensa de sus inclinaciones naturales. Luis
Antonio de Villena, estupendo poeta y autoproclamado homosexual, escribió un lúcido artículo
en el que lamentaba la farsa multicolor y multitudinaria del «Día del Orgullo Gay», que se
organiza y celebra con el apoyo de un presupuesto económico tan alto como sospechoso. Y lo
de la adopción de niños por parejas compuestas por maricas y tortis se me antoja aberrante.
A un niño no se le puede obligar a vivir, crecer y formarse en un ambiente antinatural. Y es
antinatural, por mucho que Zerolo opine lo contrario, que el padre de un niño que se llame
Manolo tenga un padre también Manolo y una madre que asimismo responda al nombre de
Manolo. El padre siembra y la mujer crea y concede la vida. Contra argumento tan simple no
hay nada que decir.
El supuesto orgullo «gay», que es palabra importada y rebosante de evidencias esquivas,
más que un orgullo es un negocio. En el monosílabo se esconde la contradicción. Si hay
orgullo, ¿por qué no el orgullo maricón o lésbico? No hay insulto en la voz «maricón»,
reconociendo que en algunos casos pueda oírse e interpretarse desde el desdén. Pero también
son desdeñosos los términos «facha», «cavernícola», «machista» y demás calificativos que
pretenden alejar de la libertad de opinión a quienes no coinciden con los postulados de los
homosexuales. Si a una mujer le gusta otra mujer, ¿por qué frunce el ceño cuando se le
pregunta si es o no lesbiana? Grecia y Roma lo aceptaban sin tapujos y nada se escondía. Y
Grecia y Roma son anteriores a Zerolo y a López Aguilar.
Complicado asunto. Siento un sincero y profundo respeto por la libertad individual y
colectiva de los hombres. En los hombres van incluidas las mujeres, claro está. Pero del
profundo respeto a la comprensión de situaciones ajenas a la normalidad hay un largo trecho.
Una pareja de homosexuales puede y debe amar, disfrutar y querer. Lo que no puede es crear
vida, y menos aún, formar a un ser desde la quiebra absoluta de la naturalidad, que viene de
naturaleza. El problema es que escribirlo, o decirlo, o simplemente pensarlo, se considera
antiguo y provocador. Ni antigüedad, ni caverna, ni provocación. Sentido común,
simplemente. Existen en España miles de parejas, de matrimonios sin hijos, que esperan la
gracia política de la adopción. Muchas de ellas, superando toda suerte de dificultades
burocráticas, desisten de hacerlo en España y adoptan niños huerfanos sin futuro en otros
lugares. Esos niños crecerán con un padre y una madre, en un ambiente natural y lógico.
Sorprende que los matrimonios sin hijos tengan que enfrentarse a tantas dificultades y las
parejas de homosexuales se dispongan a disfrutar de una nueva «discriminación positiva» o
«excepción social». Este Gobierno no hace otra cosa que discriminar o favorecer a unos pocos
en contra de las necesidades reales de la sociedad. Un niño no es un objeto. Un niño no es un
gatito. Un niño es un ser humano con todos los derechos de ser tratado con dignidad. La
defensa del ser humano principia en el momento exacto de la fecundación. A partir de ahí es
igual a cada uno de nosotros. Y ese ser humano, indefenso y débil, precisa del derecho natural
para crecer y desarrollarse. Lo pienso y lo escribo, aunque la mafia rosa me incluya en su
relación de adversarios.
Libertad para todos y amor para todos. Que nadie invente barreras y haga herida en los
prestigios de las personas. Pero sobre todo, respeto a los indefensos, a los niños. Entregarlos
a parejas quebradas por la ley natural no es un despropósito. Es una barbaridad por la que
ellos mismos algún día nos pedirán responsabilidades. Pero la mafia rosa manda, y manda y
mandará.

miércoles, 1 de julio de 2009


chistes de rubias

martes, 7 de abril de 2009

domingo, 25 de enero de 2009

Efecto óptico


Este es el dragón que me sigue con la mirada.




Puedes hacerlo tú mismo y verás el efecto que hace. Esta es la plantilla para recortar y pegar. Se ve mejor a traves del visor de una cámara de fotos o de vídeo.