La mafia rosa
Alfonso Ussía
La mafia rosa tiene en España un poder omnímodo. Sus
«caporegímenes» se han establecido en cargos decisivos de
influencia y práctica. En las cadenas de televisión la simple
exhibición de una caída blanda de muñeca abre las puertas de los
platós. Uno creía que en el Gobierno mandaban Maragall y
Zapatero, por este orden, pero empiezo a dudarlo. Nos gobierna
Zerolo, que ha hecho de la homosexualidad una idea, un ideal y
un ideario. El ministro de Justicia, López Aguilar, jurista de
prestigio y persona dotada de una gran inteligencia, se ha puesto
a disposición de Zerolo. Manifestar que las bodas de personas de un mismo sexo son «un
deber democrático» resulta sorprendente. Y tiene razón monseñor Egea cuando califica de
«desorden moral sin precedentes» la ley de adopción de niños por homosexuales. Los
concededores de bulas retroprogresistas tienen que admitir, como mínimo, que se trata de un
desorden. A los maricones de toda la vida, este nuevo rumbo no termina de convencerles.
Jamás han sido exhibicionistas de su situación, como tampoco los heterosexuales se
manifiestan por la calles enarbolando mensajes en defensa de sus inclinaciones naturales. Luis
Antonio de Villena, estupendo poeta y autoproclamado homosexual, escribió un lúcido artículo
en el que lamentaba la farsa multicolor y multitudinaria del «Día del Orgullo Gay», que se
organiza y celebra con el apoyo de un presupuesto económico tan alto como sospechoso. Y lo
de la adopción de niños por parejas compuestas por maricas y tortis se me antoja aberrante.
A un niño no se le puede obligar a vivir, crecer y formarse en un ambiente antinatural. Y es
antinatural, por mucho que Zerolo opine lo contrario, que el padre de un niño que se llame
Manolo tenga un padre también Manolo y una madre que asimismo responda al nombre de
Manolo. El padre siembra y la mujer crea y concede la vida. Contra argumento tan simple no
hay nada que decir.
El supuesto orgullo «gay», que es palabra importada y rebosante de evidencias esquivas,
más que un orgullo es un negocio. En el monosílabo se esconde la contradicción. Si hay
orgullo, ¿por qué no el orgullo maricón o lésbico? No hay insulto en la voz «maricón»,
reconociendo que en algunos casos pueda oírse e interpretarse desde el desdén. Pero también
son desdeñosos los términos «facha», «cavernícola», «machista» y demás calificativos que
pretenden alejar de la libertad de opinión a quienes no coinciden con los postulados de los
homosexuales. Si a una mujer le gusta otra mujer, ¿por qué frunce el ceño cuando se le
pregunta si es o no lesbiana? Grecia y Roma lo aceptaban sin tapujos y nada se escondía. Y
Grecia y Roma son anteriores a Zerolo y a López Aguilar.
Complicado asunto. Siento un sincero y profundo respeto por la libertad individual y
colectiva de los hombres. En los hombres van incluidas las mujeres, claro está. Pero del
profundo respeto a la comprensión de situaciones ajenas a la normalidad hay un largo trecho.
Una pareja de homosexuales puede y debe amar, disfrutar y querer. Lo que no puede es crear
vida, y menos aún, formar a un ser desde la quiebra absoluta de la naturalidad, que viene de
naturaleza. El problema es que escribirlo, o decirlo, o simplemente pensarlo, se considera
antiguo y provocador. Ni antigüedad, ni caverna, ni provocación. Sentido común,
simplemente. Existen en España miles de parejas, de matrimonios sin hijos, que esperan la
gracia política de la adopción. Muchas de ellas, superando toda suerte de dificultades
burocráticas, desisten de hacerlo en España y adoptan niños huerfanos sin futuro en otros
lugares. Esos niños crecerán con un padre y una madre, en un ambiente natural y lógico.
Sorprende que los matrimonios sin hijos tengan que enfrentarse a tantas dificultades y las
parejas de homosexuales se dispongan a disfrutar de una nueva «discriminación positiva» o
«excepción social». Este Gobierno no hace otra cosa que discriminar o favorecer a unos pocos
en contra de las necesidades reales de la sociedad. Un niño no es un objeto. Un niño no es un
gatito. Un niño es un ser humano con todos los derechos de ser tratado con dignidad. La
defensa del ser humano principia en el momento exacto de la fecundación. A partir de ahí es
igual a cada uno de nosotros. Y ese ser humano, indefenso y débil, precisa del derecho natural
para crecer y desarrollarse. Lo pienso y lo escribo, aunque la mafia rosa me incluya en su
relación de adversarios.
Libertad para todos y amor para todos. Que nadie invente barreras y haga herida en los
prestigios de las personas. Pero sobre todo, respeto a los indefensos, a los niños. Entregarlos
a parejas quebradas por la ley natural no es un despropósito. Es una barbaridad por la que
ellos mismos algún día nos pedirán responsabilidades. Pero la mafia rosa manda, y manda y
mandará.
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